Investigar sobre un suceso
ocurrido sobre una incógnita que preocupa, que dispersa y que al mismo tiempo
nos reta; esa misma que pone los pelos de punta, que provoca jaqueca, que
desespera, que genera enojo, puesto que al principio puede ser bastante
compleja e ínsita a pensar que se debe utilizar los mejores y más rigurosos
métodos para dar solución o buscar una explicación a dicha duda, y como no
pensar en utilizar el mejor método para llegar al logro del objetivo que nos
proponemos que es el descubrir. Y cómo
no pensarlo si somos investigadores e investigadoras y esa ansia por buscar
conocimiento e indagar siempre va a estar latente, tanto como si fuera nuestro
alimento.
Esa rigurosidad al buscar en
cada rincón, en pensar en todo y llegar hasta el punto de considerar que se ha
hecho todo lo humanamente posible y que incluso se ha ido un poco más allá, el
apoyarse en muchas de las teorías conocidas y sobre estas mismas abrir nuevas
posibilidades para indagar y a su tiempo encontrar; pero al observar posibles
resultados de esa búsqueda que no ha lanzado respuestas que no da indicios
siquiera de cómo o por donde continuar esos malos o más bien ningunos
resultados, estos mismos que generan malestar tal vez mas malestar que al
comienzo de dicha indagación y por esto llegamos a pensar en desertar o a
cuestionar considerablemente nuestras capacidades que en ocasiones se niegan o
menosprecian pero que en otras son bastante pretenciosas por lo cual podríamos
engañarnos de audaces y de que nada se nos escapa dejando pasar por alto lo que
en el mismo momento salta a nuestra vista.
Pero como salir de la duda
de si hay que investigar trascendiendo lo que se ve a simple vista y al mismo
tiempo no dejar pasar por alto lo que es tan evidente, pues bien de todos los
asombros, dudas y hasta sonrisas que deja el leer esta “carta robada” que en
ocasiones estas últimas expresan en una exclamación de ¡que estúpida fui! al
caer en el mismo error que el agente en creer que todo en lo absoluto estaba
hecho y descartado que nada podría haberse escapado a los ojos de él y a la
lectura mía, pues bien qué bonita clave y enseñanza esa de empezar por medir el
intelecto de mi oponente o en otros casos de quien investigo y así dar pie a
investigar para llegar a tan anhelada respuesta.
un razonamiento muy cierto con una gran reflexión por delante y es que si bien hay que profundizar mejor en las cosas no debemos dejar pasar por alto lo que es tan evidentes ya que podría ser el peor de nuestros errores tomar lo evidente por hecho y la incógnita como oculta
ResponderEliminar