domingo, 4 de noviembre de 2012

Reflexión sobre “La carta robada” Edgar Allan Poe


Investigar sobre un suceso ocurrido sobre una incógnita que preocupa, que dispersa y que al mismo tiempo nos reta; esa misma que pone los pelos de punta, que provoca jaqueca, que desespera, que genera enojo, puesto que al principio puede ser bastante compleja e ínsita a pensar que se debe utilizar los mejores y más rigurosos métodos para dar solución o buscar una explicación a dicha duda, y como no pensar en utilizar el mejor método para llegar al logro del objetivo que nos proponemos que es el descubrir.  Y cómo no pensarlo si somos investigadores e investigadoras y esa ansia por buscar conocimiento e indagar siempre va a estar latente, tanto como si fuera nuestro alimento.
Esa rigurosidad al buscar en cada rincón, en pensar en todo y llegar hasta el punto de considerar que se ha hecho todo lo humanamente posible y que incluso se ha ido un poco más allá, el apoyarse en muchas de las teorías conocidas y sobre estas mismas abrir nuevas posibilidades para indagar y a su tiempo encontrar; pero al observar posibles resultados de esa búsqueda que no ha lanzado respuestas que no da indicios siquiera de cómo o por donde continuar esos malos o más bien ningunos resultados, estos mismos que generan malestar tal vez mas malestar que al comienzo de dicha indagación y por esto llegamos a pensar en desertar o a cuestionar considerablemente nuestras capacidades que en ocasiones se niegan o menosprecian pero que en otras son bastante pretenciosas por lo cual podríamos engañarnos de audaces y de que nada se nos escapa dejando pasar por alto lo que en el mismo momento salta a nuestra vista.
Pero como salir de la duda de si hay que investigar trascendiendo lo que se ve a simple vista y al mismo tiempo no dejar pasar por alto lo que es tan evidente, pues bien de todos los asombros, dudas y hasta sonrisas que deja el leer esta “carta robada” que en ocasiones estas últimas expresan en una exclamación de ¡que estúpida fui! al caer en el mismo error que el agente en creer que todo en lo absoluto estaba hecho y descartado que nada podría haberse escapado a los ojos de él y a la lectura mía, pues bien qué bonita clave y enseñanza esa de empezar por medir el intelecto de mi oponente o en otros casos de quien investigo y así dar pie a investigar para llegar a tan anhelada respuesta.

1 comentario:

  1. un razonamiento muy cierto con una gran reflexión por delante y es que si bien hay que profundizar mejor en las cosas no debemos dejar pasar por alto lo que es tan evidentes ya que podría ser el peor de nuestros errores tomar lo evidente por hecho y la incógnita como oculta

    ResponderEliminar